Vivir de la experiencia que provoca el anuncio


“Los discípulos de Jesús fueron testigos de la vida y misión de Jesús, de su muerte y Resurrección. 

Ellos anuncian lo que han experimentado. Si queremos anunciar lo esencial de la vida de Jesús hemos de pasar haciendo el bien y curando las heridas de tanto hermanos nuestros caídos en los caminos de la vida”. Por otro lado tenemos que dar el paso de hablar de Jesús desde la memoria a la experiencia (Cf Jn 20,11-18). 

María Magdalena es una mujer apasionada, enamorada de Jesús, por eso hace lo que tenga que hacer para no desprenderse del cuerpo, del recuerdo, de la memoria, por eso va buscando al cuerpo: “dónde lo han puesto”, vive apegada al recuerdo, a la añoranza y esto no la deja evolucionar y dar el paso al encuentro con el resucitado. Tiene que elaborar el paso de desprenderse de los recuerdos y dejar que el Espíritu le ponga con el Amado, con el “Rabboni”. Lo mismo le ocurrió a los discípulos de Emaús, tienen que dar el paso de Volver a Jerusalén a la comunidad para comunicar gozosos, le hemos visto, dejar que se dé el encuentro, cuando dejan de vivir apegados al pasado, se abren a la novedad del presente y se manifiesta el Resucitado, en gesto de la fraternidad, en el partir el pan.

Texto. Hechos 3,1-10: Pedro continúa la práctica liberadora de Jesús, no sólo con el anuncio, sino también con las obras milagrosa. El relato es vivaz: el templo figura aún en el centro de la piedad de la primera comunidad cristiana, que todavía no ha roto con las costumbres judías. Pero, ante una de las puerta más famosas del edificio, encuentra a un mendigo y obra con un signo de la resurrección, la curación de éste paralítico.

Lucas 24, 13-35. El relato de Emaús: La aparición de Jesús resucitado a los dos discípulos camino de Emaús, presenta el camino de fe de la vida cristiana basado en el doble fundamento de la Palabra de Dios y de la eucaristía. 



MEDITACIÓN: En nuestro días hay hambre y sed de milagros. La gente no sonríe ya con suficiencia, como hace algunos años, con respecto a los presuntos prodigios, sino que los busca y acude a los lugares donde tienen lugar. Los medios de comunicación social los hacen espectaculares y los “obradores de prodigios” corren el riesgo de ser idolatrados, y nos olvidamos del verdadero prodigio que Dios hace todos los días, el hacer viva su Palabra, el actualizar la comida fraterna y volver a partir el pan y bendecir la copa, que desgraciadamente no lo valoramos….Nosotros, alejados tanto del escepticismo de quienes excluyen estos dos grandes milagros, de la palabra y el pan, y del fanatismo de los que van buscando apariciones y milagros, nos olvidamos de ofrecer otra alternativa el despertar a los ojos de la fe, como los discípulos de Emaús, que le reconocen al partir el pan y el gustar de la Palabra, desde el estudio, y la meditación: “no ardía nuestro corazón cuando…” 


ORACIÓN
  • Concédeme, Señor, la actitud justa respeto a tu actuación en el mundo. Suprime en mí el fanatismo y la búsqueda de ”signos y prodigios”, como si tú tuvieras que demostrar que existes. Extirpa en mi corazón cerrado lo que me impide admitir que tú puedes intervenir, incluso de forma extraordinaria, cuando y como quieras. 
  • Concédeme el espíritu de discernimiento para que sepa reconocer tu presencia y la distinga de los otros signos que nos apartan de ti. 
  • Concédeme, sobre todo la fe sencilla de quien te encuentra y te descubre en los pequeños aconteceres de la vida. 
“¿Cómo podremos abrazar la pobreza como camino que lleva a Dios cuando todos a nuestro alrededor quieren hacerse ricos? La pobreza tiene muchas modalidades. Debemos preguntarnos: ¿Cuál es mi pobreza? ¿Es la falta de dinero, de estabilidad emotiva, de alguien que me ame? ¿Falta de garantías, de seguridad, de confianza en mismo?. Cada persona tiene un 
ámbito de pobreza. ¡Es el lugar donde Dios quiere habitar!

“Bienaventurados los pobres”, dice Jesús (Mt 5,3). Eso significa que nuestra bendición está escondida en la pobreza. Estamos tan inclinados a esconder nuestra pobreza y a ignorarla que perdemos a menudo la ocasión de descubrir a Dios. Él mora precisamente en ella. "Debemos tener la audacia de ver nuestra pobreza como la tierra en la que está escondido nuestro tesoro” (Nouwen)

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