Maná: “MAN-HOU”

Martes de la tercera semana de pascua: 

Al amanecer, cuando el rocío comenzaba a evaporarse, los hombres advirtieron en la superficie del desierto la presencia de algo de aspecto granuloso y aparecido a la escarcha. Y se decían. “Man-hou” ¿Qué es? Para sostener su caminar y llevarles a al Tierra prometida. Dios les daba un... ¿Qué es?, el maná.

Hechos de los Apóstoles 7,51-8,1: 

Primer cuadro: recoge la parte exclusiva del discurso de Esteban, un discurso de Esteban durísimo. En él lee la historia de Israel como la historia de un pueblo de dura cerviz, de corazón y de oídos incircuncisos, siempre opuestos al Espíritu Santo. Mientras Pedro intenta excusar de algún modo en sus discursos a sus interlocutores, casi maravillándose del error fatal de la condena muerte a Jesús, dado que siempre han perseguido a los profetas enviados por Dios. Se trata de una lectura extremadamente negativa de toda la historia de Israel. Una lectura que no podía dejar de suscitar una reacción violenta.

Segundo cuadro: el martirio de Esteban. Éste, frente al furor de la asamblea, que está fuera de sí, aparece ahora situado mucho más allá y muy por encima de todo y de todos, en un lugar donde contempla la gloria de Dios y a Jesús; resucitado, de pie a la derecha del Padre. El primer mártir se dirige sereno al encuentro con la muerte, gozando del fruto de la muerte solitaria de Jesús. Éste ahora Señor glorioso, anima a sus testigos mostrando “los cielos abiertos”, que se ofrecen como la meta gloriosa, ahora próxima.

Juan 6, 30-35: La muchedumbre, a pesar de las variadas pruebas dadas por Jesús en el fragmento anterior, no se muestra satisfecha aún ni con sus signos ni con sus palabras, y pide más garantías para poder creerle (v. 30). El milagro de los panes no es suficiente; quieren un signo particular y más estrepitoso que todos los que ha hecho ya. La muchedumbre y Jesús tienen una concepción diferente del “signo”. El Maestro exige una fe sin condiciones en su obra; las muchedumbres, en cambio, fundamenta su fe en milagros extraordinarios que han de ver con sus propios ojos. 

En un determinado momento, la muchedumbre da la impresión de haber comprendido: “Señor, danos siempre….”(v. 34). Pero la verdad es que la gente no comprende el valor de lo que piden y anda lejos de la verdadera fe: entonces Jesús, excluyendo cualquier equívoco, precisa: “Yo soy el pan de vida…” (v. 35). Él es el don del amor, hecho por el Padre a cada hombre. Él es la Palabra que debemos creer. Quien se adhiera a él da sentido a su propia vida y alcanzar su propia felicidad. 

REFLEXIÓN-ORACIÓN: Son los cielos abiertos los que iluminan mi camino. Mirando estos cielos luminosos es como tengo valor para atravesar las tinieblas, para no dejarme atemorizar por el vocerío, para no dejarme intimidar por el altísimo griterío del mundo; para no dejar caer los brazos frente a quien “se topa lo sonidos” para no escucharme; para no desistir cuando todo se precipitan en contra de mí. Esos cielos abiertos son mi meta y mi gozo. Se puedo atravesar la aspereza y la oscuridad para llegar a ellos. Debo mantenerlos de manera constante ante mis ojos: cielos abiertos, cielos acogedores, cielos habitados, cielos patria del Resucitado y de los resucitados, mis cielos. 

Lectura espiritual: de los apuntes de D. Bonhoeffer antes de ser asesinado por los  nazis en: Dios en un mundo adulto: 

«Veo de nuevo con toda claridad que no debemos utilizar a Dios como tapa agujeros de nuestro conocimiento imperfecto. Porque entonces, si los límites del conocimiento van retrocediendo cada vez más, Dios irá retrocediendo con ellos… Dios ha de ser reconocido en medio de nuestra vida y no sólo en el límite de nuestras posibilidades. Dios quiere ser reconocido en la vida y no sólo en la muerte; en la salud y la fuerza y no sólo en el sufrimiento; en la acción y no sólo en el pecado. La razón de ello se halla en la revelación de Dios en Jesucristo. Él es el centro de nuestra vida y no ha ‘venido’ en modo alguno para resolvernos cuestiones aún sin solución». (29 de mayo de 1944). «Yo no quiero hablar de Dios en los límites sino en el centro; no en los momentos de debilidad, sino en la fuerza; esto es, no a la hora de la muerte y del pecado, sino en plena vida y en los mejores momentos del hombre. Estando en los límites, me parece mejor guardar silencio y dejar sin solución lo insoluble». (30 de abril de 1944) 

¿Cómo hemos de vivir, entonces? «Nosotros no podemos ser honestos sin reconocer que hemos de vivir en el mundo etsi Deus non daretur. Y esto es precisamente lo que reconocemos… ante Dios; es el mismo Dios quien no obliga a dicho reconocimiento… Ante Dios y con Dios, vivimos sin Dios” (16 de julio de 1944). (nota: ‘sin Dios’ significa aquí sin ese dios tapagujeros del que habló antes, no sin el Dios del Crucificado). 

Amor a la vida y amor a Dios. «Todo gran amor entraña el peligro de hacernos perder de vista lo que yo llamaría la polifonía de la vida. Quiero decir lo siguiente: Dios y su eternidad quieren ser amados de todo corazón, pero no de modo que el amor terrenal quede mermado o debilitado: el amor a Dios debe ser en cierto sentido el cantus firmus hacia el cual las demás voces de la vida se elevan como contrapuntos». (20 de mayo de 1944) 

Vivir en comunidad. La comunidad cristiana puede vivir fundamentada en motivos psicológicos que derivan siempre en procesos de auto búsqueda, o en motivaciones de otro orden«Fundada únicamente en Jesucristo, la comunidad no es una realidad de orden psíquico, sino de orden espiritual 

[…] En la comunidad espiritual no existe, en ningún caso, una relación ‘directa’ entre los que la integran, mientras que en la comunidad psíquica se suele dar una nostalgia profunda y totalmente instintiva de una comunión directa y auténticamente carnal. Instintivamente el alma humana suele buscar otra alma con quien confundirse, ya sea en el plano amoroso o bien, lo que lleva a lo mismo, en el sometimiento del prójimo a la propia voluntad de poder. 

Lo propio del amor psíquico es buscarse a sí mismo. En cambio el amor espiritual, cuya raíz es Jesucristo, le sirve sólo a Él y sabe que no hay otro acceso directo al prójimo. Cristo está siempre entre el prójimo y yo… Mi prójimo quiere ser amado tal como es, independientemente de mí.




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