Miércoles Santo: mi hora se acerca

Mateo 26,14-25
Las lecturas acentúan la conciencia de que estamos llegando al momento culminante. Ya todo “parece decidido” y es momento de dejar que ocurra. Una invitación a contemplar y a salir de nuestras preocupaciones y horizontes estrechos para acompañar al Señor en su Pasión.

El salmo 68 expresa una experiencia de cercanía y parentesco con Dios. Manifiesta una comprensión de por qué Dios no interviene para salvar a los perseguidos y revela un sentido resuelto de fidelidad. ¿Podemos orar de esta forma? ¿Hemos defendido la voluntad de Dios y a los pobres con la frecuencia suficiente, de modo que pueda haber razones para que nos encontremos en la situación crítica de sufrir por el honor de Dios o la causa de la justicia? “Por ti he aguantado afrentas…” El salmo enumera lo que los malvados pueden hacer a quien es una amenaza para sus imágenes superficiales de Dios:” ponen hiel en su comida y para su sed le dan vinagre. No hay nadie que lo consuele. Está aislado y condenado a sufrir y morir, solo recordemos la situación actual de muchas persona en las UCI de los hospitales-…

Pero no cabe duda de que esta oración es la oración de Jesús: “Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias”. Es una oración de aliento a otras personas que sufren, por eso rezarlo a lo largo del día, es tener presente a todos los que fruto del coronavirus, sufren solos, el dolor en las UCI o en las plantas de los hospitales, esta oración nos lleva más allá de nuestro dolor y nos introduce en el corazón de Dios.

El evangelio narra otra vez la traición de Judas. En esta ocasión se trata del relato de Mateo. Debemos escuchar nuevamente y dejar que destroce nuestro corazón. Antes de Pascua, Judas va a las autoridades y les pregunta qué están dispuestas a darle si les entrega a Jesús: parémonos en estos versículos y pidamos al Señor que nos de sentimiento de tristeza ante la traición al amigo…es una transacción económica, una trata.

Jesús es tratado como un animal en venta, una mercancía. El relato está cargado de tensión tristeza y dolor: amor, entrega, traición, oscuridad…¿Soy yo acaso Señor?...Ésta es la pregunta que debemos hacer a Dios en presencia de la comunidad, aunque sea a través de las redes, del espíritu. “…¡Ay del que va entregar al Hijo del hombre!...” Son palabra terribles. Pequeñas traiciones o grandes traiciones que vamos haciendo a lo largo de nuestra vida: traiciones de fe, a veces de forma leve, sin conocer las consecuencias sobre los demás y sobre nuestra alma vacilante…”…Debemos mirarnos a nosotros mismo con claridad, con el ojo de Dios, pero para tomar conciencia de nuestros fallos, no para entrar en una culpabilidad, como le ocurrió a Judas que le llevó a la desesperación. Tomemos conciencia de que seguimos a Jesús pero que en ocasiones nos desviamos, nos alejamos, no le reconocemos.

A menudo se dice “el amor es ciego” con poca sinceridad. Quizá estemos intentando evitar la responsabilidad de lo que hacemos a quienes decimos que amamos. Pero como escribió Chesterton: “El amor no es ciego; es justamente todo lo contrario. El amor está vinculado, y cuanto más vinculado está, menos ciego es” . Estamos vinculados a Dios y vinculados a nosotros en Dios; todo lo que hacemos afecta a los demás. Cuando pecamos contra Dios, pecamos unos contra otros. Somos responsables ante la comunidad de lo que hacemos personalmente”.

Relatos que nos ayuden a tomar conciencia de la necesidad de pedir perdón al amigo por nuestra pequeñas traiciones:

“Deja que tu corazón se ablande hacia mí, como el hielo que se derrite en primavera y no deja rastro de su frío” (Kokinshu).



Paso el testimonio de Antonio, hijo del Antonio padre por el cual hemos estado pidiendo durante estas últimas semanas, que estaba en UCI, gracias a Dios ya está en casa, merece la pena ser orado, tiene veinte años.




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