Domingo de Resurrección: Via Lucis

¡Es la explosión de vida! 
¡Él vive! 




Y Cristo invita a las mujeres y los discípulos a ir al encuentro de los demás para proclamar que el Padre le ha Resucitado. Pero nosotros -probablemente- deberemos proclamar este anuncio desde el confinamiento. ¿Cómo vivir la alegría pascual en familia?

Pedir el don de verlo todo con otros ojos, con la mirada de Dios. Nosotros somos hombres y mujeres en camino, “homo viator” que diría Gabriel Marcel, o seres humanos en proceso de construirnos en personas como diría Carl Roger. Pero en este camino recto e imparable hacia delante, no somos seres para la muerte (Heidegger). Saldremos de esta Pandemia fortalecidos, con un rumbo nuevo, con valores más humanos. Nosotros como creyentes estamos convencidos que en medio de la fragilidad y la contingencia de la existencia, alguien la sostiene y la fundamenta: que ante la presencia del mal y del dolor, estos no tienen la última palabra, sino que hay un horizonte de sentido que configura e ilumina todo. La Pascua nos viene a decir que Dios apuesta por la humanidad, que Cristo ha vencido a la muerte, al dolor a la enfermedad…La Pascua es volver hacer memoria de que los creyentes estamos llamados a la Resurrección.

Celebrar la Resurrección nos sumerge en una nueva re-creación, una vuelta al proyecto original de Dios. En este proyecto, que encontramos en el relato de la creación del Génesis, se vislumbra una armonía equilibrada entre las diversas relaciones Dios-ser humano; ser humano-ser humano: ser humano-naturaleza. Cada uno sabe cuál es su identidad y qué le hace estar en armonía con el resto.

Volver al proyecto original de Dios nos devuelve ser lo que somos: Somos criaturas, por tanto no somos todopoderosos ni omniscientes. Eso nos hace situarnos en una sana humildad: Somos frágiles-la experiencia del COVID-19, nos lo está demostrando. Ante él no hay poderosos, todos iguales, seas la condición social que seas- limitados, llegamos hasta donde llegamos:”Haz las cosas como si todo dependiera de ti y confía como si todo dependiera de Dios (San Ignacio de Loyola). Solo nos corresponde caminar humildemente con nuestro Dios(Miq 6,8). 

Somos imagen de Dios y hemos de crecer y multiplicarnos. Todos ser humano es icono de Dios; por ello su vida es sagrada. El proyecto original de Dios nos empuja a crear redes de comunicación y a trabajar juntos por la defensa de la vida humana y su dignidad, colaborando activamente en la promoción de todo ser humano e implicándonos en procesos contra la injusticia social que frenan el desarrollo de los pueblos. Reza una canción: “la vida buena, buena vida es”, re-crearnos es crearnos, volver al proyecto original de Dios que precisamente es eso: Vida buena para todos. 

REFLEXIÓN de “resurrección” (J. Serafín Béjar, “La resurrección del crucificado”: 
El término Resurrección (cf Rom 4,24; Gal 1,1), por ejemplo, viene de una palabra griega que significa “despertar”. Se sugiere la idea de alguien que está dormido y que es despertado por otro, o él mismo se despierta. Así la imagen del sueño es una forma de aludir al sueño de la muerte, del cual Jesús ha sido despertado por Dios su padre. Del mismo modo, a la base de la idea de resurrección se encuentra otra palabra griega que significa “levantarse” o “puesto en pie. Alguien es levantado, puesto en pie desde una situación previa de postración o servidumbre; alguien se encuentra tirado por tierra humillado, y es restablecido, erguido, puesto derecho. Aquí encontramos imágenes fuertemente simbólicas donde también directamente se nos está hablando del Señor resucitado. En efecto, en el viernes santo Jesús ha sido humillado, tirado al suelo, postrado, hasta el extremo de colgar en una cruz, la forma de muerte de los malditos de Dios.(cf Deut 9). Sin embargo; ahora ha sido restablecido de esa situación de vergüenza pública y le ha sido devuelta su dignidad. Eso significa que Jesús ha resucitado de entre los muertos…..”




OTRA REFLEXIÓN PARA ENRIQUECER NUESTRA REFLEXIÓN Y VIDA ESPIRITUAL: ES LA FIESTA DE LA VIDA. LA DE JESÚS Y LA MÍA Mt 28,1-10

Decíamos al principio de la cuaresma que no se podía entender ese tiempo litúrgico sin tener presente la Pascua. Hoy, al celebrar la resurrección de Jesús, damos sentido a todo ese tiempo de preparación para este acontecimiento. Naturalmente, no se puede resucitar si antes no se ha muerto, pero debemos tener en cuenta que en toda muerte ya está presente la Vida, es decir la resurrección. Tal vez sea este aspecto el más complicado para nosotros hoy.

Por eso no podemos conformamos con celebrar externamente lo que sucedió a Jesús hace dos mil años. Solo viviendo lo que él vivió celebraremos la pascua. Los símbolos de esta vigilia son fuego y agua como principios de la vida biológica. Esta es la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año. Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no hubiera podido surgir la vida que conocemos: luz y calor. El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo, incluido el hombre, es agua. Recordar, y renovar nuestro bautismo, es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy el fuego y el agua simbolizan a Jesús porque le recordamos como Vida. En el prólogo del evangelio de Jn dice: “En la Palabra había Vida y la Vida era la luz de los hombres”.

La vida que hoy nos interesa no es la física (bios), ni la psíquica (psiques), sino la espiritual y trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas vidas, nos seguimos armando un lío con la resurrección. La vida biológica no tiene importancia en lo que estamos tratando. “El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. La biológica y la psíquica tienen importancia solo porque son las que nos capacitan para alcanzar la espiritual. Solo el hombre que es capaz de conocer y de amar puede acceder a la Vida divina. Nuestra conciencia individual tiene importancia sólo como instrumento, como vehículo para alcanzar la Vida definitiva.

Lo que celebramos esta noche es la llegada de Jesús a esa plenitud de Vida. Jesús, como hombre, alcanzó la más alta cota de esa Vida. Posee la Vida definitiva que es la misma Vida de Dios. Esa Vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y psicológica, porque es lo que nosotros podemos descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad. Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, sólo puede ser objeto de experiencia pascual. Para los apóstoles, como para nosotros, se trata de una vivencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren los seguidores de Jesús que tiene que estar él VIVO. Solo a través de la convicción personal podemos aceptar nosotros la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la vida. Por eso, en esta vigilia tiene tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. El cristiano debe estar constantemente muriendo y resucitando. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida. Tenemos una concepción estática del bautismo que nos impide vivirlo. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero lo significado es tarea de toda la vida. Todos los días tengo que estar haciendo mía esa Vida.

Pregón Pascual 
(Un poco largo, pero interesante)

Hermanos, hermanas,
cristianos aquí presentes,
vigías que avizoráis la oscuridad y las tinieblas
de la opresión y la guerra,
de las pateras a la deriva,
de los campos de refugiados,
de las desigualdades y la emigración,
de los muros, bombas y atentados,
del odio y la mentira,
de los sin techo y desahuciados,
de los parados y explotados,
de la violencia de género,
del miedo, la soledad y el fracaso,
del alcohol, las drogas y los sueños rotos,
de las pesadillas y fracasos,
de todos los invisibles y ninguneados,
de la noche del dolor, los lloros y la muerte...
Amigos y amigas,
compañeros de vigilia,
no os sintáis abrumados,
no echéis a correr
ni apaguéis vuestras luces,
no abandonéis vuestro puesto de adelantado,
no os durmáis,
no miréis a otro lado,
no desfallezcáis;
permaneced despiertos
y mantened todos vuestros sentidos atentos...
¡Esta noche va a poner fin a todas vuestras noches!
el rostro de la misericordia...
Hermanos, hermanas,
creyentes con esperanza renovada:
aquí llega,
alzad la vista,
vedle que está a la puerta,
atisbando nuestra celebración,
Cristo, el Señor, resucitado.
Pongámonos en pie,
miremos al horizonte
y caminemos.
Desprendámonos de la mediocridad y la vida holgada,
de la estrechez y de la conformidad,
de los complejos, el miedo y la cobardía.
¡Resucitó Cristo, nuestra esperanza!
¡Él sigue vivo y dándonos vida!
¡Él pasa a nuestro lado
llenándolo todo con su fragancia
y vistiéndolo con su hermosura!
¡Aleluya, el Señor, Jesús Nazareno,
nuestro amigo, maestro y hermano,
camina a nuestro lado
abriéndonos las sendas del reino!
¡La creación entera se alegra y goza,
canta y danza! ¡Aleluya!


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