En los torbellinos de la Historia

Sábado de la segunda semana de pascua

“La Iglesia debe receptar, a tiempo y a destiempo, una sola tradición anunciar el Evangelio. Esa es la Tradición, la transmisión de la Palabra. ¿Cómo se ha podido pervertir la palabra “tradición” hasta el punto de darle al vuelta y darle un sentido contrario a lo que significa: guardar, en lugar de transmitir: conservar, en lugar de entregar para compartir; mantener, en lugar de traducir?".



TEXTOS:
Hechos de los Apóstoles 6,1-7: Los problemas cotidianos de la joven comunidad obligan a tomar nuevas decisiones. Se trata de una murmuración, de un descontento: los apóstoles se lo toman en serio y lo resuelven. Hay, en primer lugar; un problema económico: probablemente son las viudas de los hombres de la diáspora, que han venido a pasar los últimos años de su vida a Jerusalén y se han quedado ahora sin apoyo familiar. Se trata de una necesidad real, y tiene que ser afrontada con su sano realismo. Pero debía de haber también un problema cultural: los helenistas hablan griego, leen la Biblia en la traducción griega de los Setenta tienen una sensibilidad diferente. Es preciso disponer una estructura completa para ellos, dotada de asistencia espiritual y material.

El pasaje tiene en cuenta estos dos aspectos: los “Siete”, en realidad son destinados tanto al servicio de la Palabra como al de la mesas. Aparece como una organización eclesial, separan los que son los de una lengua y cultura de los judíos.

El Salmo 32 invita a dar gracias. ¡Arpas y cítaras, acompañad el himno que los fieles van a cantar al Señor!.

Juan 6,16-21: Si el signo de los panes tiene la finalidad de revelar a Jesús como Mesías y profeta escatológico, el signo del Señor caminando sobre las agua, destinado sólo a los discípulos, tiene como finalidad hacerles comprender la divinidad de Jesús, prevenirles ante el escándalo de la muchedumbre e impedir su defección.

Los discípulos están en la barca, ya es de noche. Han remado fatigosamente y luchado contras las dificultades del momento, cuando ven a Jesús caminando sobre el lago, y les entra mucho miedo (v 19). La confrontación con el Maestro constituye para ellos un examen de conciencia y una llamada a superar sus cortas miras y a confiar en el misterio del hombre Jesús. Con las palabras “Soy yo. No tengáis miedo” (v 20), Jesús los tranquiliza y se hace reconocer revelándose como el Señor en quien reside la presencia poderosa y salvífica de Dios; es decir, se autorrevela a sus discípulos no sólo como Mesías que sacia su hambre, sino como persona divina que, una vez más, va a su encuentro con amor.

A continuación, en el momento en el que los discípulos acogen a Jesús y aceptan reconocer su identidad en un ámbito superior, llegan de inmediato a la orilla a la que se dirigían (v. 21). Jesús es el lugar de la presencia de Dios entre los hombres. Bajo el rostro humano de Jesús se ocultan su misterio y su identidad. Quien sabe leer en la persona del Nazareno la manifestación misma de un Dios que ama , se convierte en su discípulo y permanece unido al Profeta de Galilea, a pesar del halo inaccesible que envuelve a su persona.

ORACIÓN: ¡Cuántos problemas surgen, Señor, cada día! ¡Cuántas tensiones! ¡Y qué difícil resulta solucionarlas! A menudo, cuando me siento víctima, tengo la tentación de agredir y de atacar a quien posee la autoridad, mientras que cuando soy yo quien cargo con ella siento la tentación de considerar a los que critican como eternos insatisfechos, como gente imposible de contentar, como gente sedienta de dinero y poder.

Concédeme Señor, la sabiduría prudente de los Doce, que escuchan implican a toda la comunidad y disponen. Haz que en nuestras comunidades circule la misma sabiduría, la misma capacidad d escucha y de participación.



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