Id al mundo entero
VIVIR SIN MIEDO:
Nuestro mundo en ocasiones está falto de ideales, de sueños, de aspiraciones a ser mejores en nuestra cotidianidad. Las comunidades cristianas se preguntan, a veces, si su vivencia tiene el rastro y las huellas de Jesús, o se trata de un nido caliente donde sentirse bien. El autor del libro de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda lo importante que es perseguir los sueños, no tener cortas la miras de la vivencia y expresión de nuestra fe, es decir, nuestro testimonio de vida.
De esa vida nos examinan los hombres y las mujeres de nuestro hoy. Ser valiente, tener coraje, la audacia de los primeros cristianos para llevar la Palabra, afianzar su vida en el Señor resucitado, en la comunión que lleva al ser humano a ocuparse de sus hermanos prójimos y alejados.
Ser audaces en las dificultades manteniendo el ritmo de la fe y de la alegría y ser testigos de la novedad de ese Dios que entrega su vida en nosotros. Estamos amenazados de Resurrección, de vida de Cristo” (Sacado del libro de Caritas).
TEXTOS:
Hechos 4,13-21: Pedro y Juan han recibido en verdad, según la promesa de Jesús, “una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios”: estos últimos se encuentran , evidentemente, con dificultades. El fragmento está dominado, por una parte, por la fuerza de los hechos que se imponen y, por otra, por la voluntad de ocultarlos. Los hechos son la curación constatada y clamorosa; son todo lo que Pedro y Juan han visto y oído. Por otra parte, está el poder que quiere defenderse de la irrupción de los hechos, con su poder de desestabilización. Los hechos están acreditados por “hombres del pueblo y sin cultura”, que pasan de acusados a acusadores.
Marcos 16, 9-15 . El texto es un añadido que sirve de conclusión al evangelio de Marcos. Está redactado por otra mano, aunque pertenece a la época apostólica. Incluye la aparición de Jesús resucitado a María Magdalena, que fue a anunciar a los discípulos incrédulos el acontecimiento de la resurrección (vv 9-11); la aparición del Señor con aspecto de peregrino a los dos discípulos de Emaús, que se volvían a su pueblo (vv 12s) y, por último, la aparición del Resucitado a los Once, reunidos entorno a la mesa, esto es recogido en la celebración eucarística, a quienes reprocha su incredulidad y su actitud refractaria ante el testimonio de algunos discípulos. (vv 14s)
MEDITACIÓN: En nombre de la voluntad superior de Dios es preciso entablar un verdadero “combate cultural” destinado a desenmascarar el peligro de la homologación pagana. Pero éste presupone un combate espiritual en nombre de una experiencia de la salvación, la experiencia de ser amados y acompañados en la vida por el amor de Dios. No se puede vivir como si este amor no existiera ni actuara en la historia. Hay aquí una invitación ulterior al testimonio abierto y valiente, que no quiere imponer nada, pero que tampoco quiere recibir imposiciones para ocultar lo más querido, lo más dulce, lo más importante que mueve nuestra vida.
ORACIÓN : Ilumina, señor, mi mente y mi corazón, para que me dé cuenta de con cuánta frecuencia obedezco en realidad más a los hombres que a tí, de lo contaminado que estoy por la mentalidad de este mundo, de la gran cantidad de sirenas que me fascinan. A veces me doy cuenta, casi de improviso, de que, de hecho, estoy pensando y juzgando según los criterios del mundo y no según los tuyos. Descubro que me inclino a los oídos fáciles, ligeros, envolventes, omnipresentes….”
Un texto a reflexionar aunque nos choque, pero que nos puede ayudar a purificar nuestra fe. (Torres Queiruga)
“Dime cómo es tu oración, y te diré cómo es tu Dios; o mejor: te diré cómo es tu imagen de Dios. Dime cómo es tu Dios, y te diré cómo es tu oración; o mejor: te diré cómo debería ser tu oración. Dime cómo es la oración de tu iglesia, y te diré cómo está anunciando a Dios en la cultura actual; o mejor: te diré cómo está configurando nuestra sensibilidad cristiana. Dime cómo es tu oración ante el mal, y te diré si contribuye a convertir la imagen de tu Dios en “roca del ateísmo” o en garantía de confianza inconmovible.
Cómo es posible que en nuestras oraciones sigamos invocando a Dios de manera tan injusta y desviada. Y continuamos repitiendo fórmulas y palabras que herirían la sensibilidad de cualquier madre o de cualquier padre: acuérdate, ten compasión, escucha y ten piedad… Nunca es, ciertamente, esa nuestra intención; pero eso es lo que dicen nuestras palabras y que después, en consecuencia fatal, se traduce en nuestras prácticas: buscar convencer a Dios con intercesores y abogados, ganar su favor con ofrendas y rogativas o moverlo a compasión con sacrificios.
Curar las enfermedades de las palabras con que formulamos nuestras oraciones representa una urgencia que está llamando con fuerza a las puertas de la teología… e incluso del sentido común. Recordando a Jesús, sin escudarse en literalismos fundamentalistas y sobre todo por respeto a Dios y a la ternura de su amor infinito, no deberían valer disculpas o matizaciones, ni subterfugios lingüísticos o teológicos. No vale argumentar con que nuestras oraciones no dicen lo que significan sus palabras: “cuando pedimos no queremos pedir; cuando, a coro y de manera insistente, exhortamos a Dios para que sea compasivo y misericordioso, no pretendemos afirmar que no lo sea…”. Para no hablar de tantos textos teológicos que, escudándose de manera falsa y fundamentalista en el libro de Job, afirman que podemos rebelarnos contra Dios, pedirle cuentas, increparlo con palabras hirientes o incluso osar peores disparates, hasta la blasfemia. Con menos motivo, Karl Barth habló en alguna ocasión de “piadosas desvergüenzas”.
No puede extrañar que, hoy, a muchas personas les resulte casi imposible creer en el “dios” cuya imagen se refleja en tantas oraciones. De hecho, no oculto mi asombro de que los cristianos y sobre todo los teólogos y teólogas no sintamos la urgencia del problema y sigamos descuidando la tarea de formular nuevas oraciones, buscando palabras, fórmulas y expresiones que expresen con verdad la relación con Dios-Padre (Madre).
Crear nuevas oraciones, inventar nuevas expresiones y sugerir palabras justas puede ser un instrumento precioso para renovar la fe, avivar la esperanza e ir reconfigurando una imagen de Dios algo más acorde con el Abbá anunciado por Jesús. Son necesarias dos cosas importantes. La primera, iniciar la renovación de los libros litúrgicos, actualizando las oraciones y haciendo la urgente revisión de las lecturas (acabo la redacción de estas páginas después de participar en la emotiva celebración papal en este extraño Jueves Santo; una vez más, he quedado estremecido de cómo es posible que sigamos proclamando lecturas que pintan a Dios dando muerte a todos los primogénitos de Egipto). La segunda, animar a los teólogos y a las mismas comunidades, para que participen en la creación de nuevas plegarias y nuevas celebraciones que vayan reconfigurando un imaginario colectivo en el respeto del nombre santo del Padre(Madre) y en el gozo de su compasión y de su ternura.”
Andrés Torres Queiruga
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