Homilía de Mons. Lorca Planes, obispo de la diócesis de Cartagena, por la beatificación de Mons. Óscar Romero.
ACCION
DE GRACIAS POR LA BEATIFICACIÓN DE MONS. ÓSCAR ROMERO
Iglesia
de Santo Domingo, Murcia. 2015
Queridos hermanos,
Hoy
estamos celebrando uno de los días más grandes de la Iglesia, la venida del
Espíritu Santo, prometido por Jesucristo, sobre el colegio apostólico, reunido
en el Cenáculo en torno a la Virgen María. Este acontecimiento fue admirable,
porque convirtió en valientes predicadores de Jesús a los que antes huyeron
presa del miedo. ¡La fuerza del Espíritu para anunciar el Reinado de Dios! En
el prefacio de la Misa de Cristo Rey del Universo, al final del ciclo
litúrgico, se dice del Reino de Dios que es un reino eterno y universal; el
reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el
reino de la justicia, el amor y la paz. No son palabras bonitas, muchos han
muerto por defender esto y cuando está en juego la sangre y la vida, se trata de
algo muy importante. Acaba de terminar en El Salvador la Eucaristía donde el
cardenal Amato, en el nombre del Papa ha proclamado Beato a Mons. Óscar Romero,
uno de los que se ha tomado en serio el tema de la verdad y de la vida, de la
santidad y de la gracia, de la justicia, el amor y la paz.
La
invitación la hace el Señor a todo bautizado, pero seguro que si nos miramos a
nosotros mismos podremos decirnos, dónde voy yo, si soy frágil y débil? Por
esto debemos abrir bien los oídos, porque el Espíritu Santo sale también al
encuentro de la debilidad de los testigos y nos da la fortaleza para vencer los
miedos y temores, para afrontar la misión de portadores del Evangelio y
artífices de la renovación de la sociedad. El Señor nos capacita a todos,
laicos y consagrados, para esta tarea y nadie puede quedar exento de la
responsabilidad de predicar. Precisamente en este día, la Iglesia recuerda a
los laicos, hombres y mujeres del apostolado seglar,
que viviendo la fe en Jesucristo Salvador, muerto y resucitado, iluminan la
vida personal y social de los que os rodean; los laicos habéis recibido también
una vocación de apostolado fecundo [AA, 1].
La
Iglesia nos invita a reconocer el valor de la persona, de su dignidad y del
respeto que merece, por ser un hijo de Dios, pero esto no lo comparte todo el
mundo, dado que oímos con demasiada frecuencia atentados horribles contra la
persona, contra la imagen de Dios. Recuerden que he pedido en estos días a
todas las parroquias que nos unamos a los deseos del Papa para interceder ante
el Señor por los cristianos perseguidos, por las víctimas de toda violencia. El
mismo Papa Francisco justifica esto en su Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium así: Cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto
físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las
satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya. Él
la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de
la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su
preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada
uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por
ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la
entrega de mi vida.
El
Espíritu nos da a todos tener coraje, valentía para anunciar el Evangelio. La
firmeza en la fe es un don, un regalo también de Dios, que no se olvida de su
palabra. El Espíritu permanece con nosotros y es Él, el que llena los corazones
de sus fieles y nos enciende el fuego del amor. En el corazón de la sociedad es
donde se necesitan a los apóstoles, como la levadura, para dar testimonio. A
pesar de lo compleja que es nuestra sociedad, con las numerosas dificultades
que se plantean y los ataques al derecho a la vida, a la educación cristiana...
ese es el campo de trabajo y ahora no podemos estar mudos, nuestra palabra
puede ser luz. El Papa Francisco dice: Algunas personas no se entregan
a la misión, pues creen que nada puede cambiar y entonces para ellos es inútil
esforzarse. Piensan así: « ¿Para qué me voy a privar de mis comodidades y
placeres si no voy a ver ningún resultado importante?». Con esa actitud se
vuelve imposible ser misioneros. Tal actitud es precisamente una excusa maligna
para quedarse encerrados en la comodidad, la flojera, la tristeza insatisfecha,
el vacío egoísta.
Queridos
hermanos, creer es comprometerse, fiarse de Dios, abrir los caminos de la
esperanza y tender la mano a los que lo necesitan. El Papa Francisco y
Benedicto XVI nos recuerdan que la fe tiene implicaciones sociales, estamos
llamados a mejorar este mundo, hacerlo más fraterno y humano. No debemos tener
miedo, porque es Dios el que sostiene nuestra vida. En Pentecostés, los
movimientos apostólicos activan sus razones para vivir su vocación para
evangelizar y evangelizar es hablar de la verdad de Dios como discípulos, como
hijos de la Iglesia. La figura del Beato Óscar Romero nos anima al trabajo
evangelizador, tanto si trabajáis en silencio, como cuando estáis en la brecha
sirviendo a los más necesitados. Pido al Señor que nos ayude a seguir adelante
sin que nos pueda el desánimo, fuertemente agarrados al Espíritu. Promoved la
dignidad de la persona, el respeto inviolable al derecho a la vida, la libertad
para invocar el nombre del Señor, la defensa de la familia, la caridad como el
alma de toda solidaridad, la defensa del hombre en el centro de la vida
económica y social, la evangelización de la cultura...
Demos gracias a Dios por la figura de este Beato que proclamó su fe con coherencia, fue un hombre creíble y su palabra en defensa de la dignidad del hombre fue el motivo para las amenazas y la persecución. La grandeza de su personalidad se veía porque nunca perdió la serenidad, ni la paz, ni la alegría. Llegó a decir: Si llegasen a matarme, sepan que perdono y bendigo a quienes lo hagan... Ojalá se convenzan que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás.
En
su tumba está escrito con palabras de molde: "Sentir con la Iglesia".
Estas palabras son para nosotros una invitación determinante para espabilar el
oído y seguir oyendo a Dios que sale a nuestro encuentro con perdón y
misericordia. El olvido de Dios en estos momentos de nuestra historia no es un
buen consejo, porque, como decía el Beato Papa, Pablo VI, "el hombre puede
organizar la tierra sin Dios, pero, al fin y al cabo, sin Dios no puede menos
de organizarla contra el hombre" (Populorum Progressio, 42). La fe en Dios
da claridad y firmeza a nuestras valoraciones éticas, sabernos criaturas amadas
de Dios nos conduce a la caridad fraterna y, a su vez, el amor fraterno nos
acerca a Dios y nos hace semejantes a Él.
Termino
con una llamada que hacen los Obispos españoles en el reciente documento, que
os aconsejo vivísimamente, La Iglesia, servidora de los pobres, el reto de
ejercer una caridad más profética. Una tarea que está cargada de sentido y vale
también para nuestra sociedad, por eso se dice que: No podemos callar cuando no
se reconocen ni respetan los derechos de las personas, cuando se permite que
los seres humanos no vivan con la dignidad que merecen. Debemos elevar el nivel
de exigencia moral en nuestra sociedad y no resignarnos a considerar normal lo
inmoral.
El Beato Óscar Romero, fue un hijo de la Iglesia coherente con su fe, ejemplo de entrega y de vivir una caridad profética.
Así
sea.
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