#ReflexiónDelDía

 Miércoles, 3 de Febrero de 2016
 
 “Dios verdaderamente absoluto tiene que trascendernos y abrazarnos a mismo tiempo” (NISHIDA)

El próximo viernes serán los 25 años de la muerte de P. Arrupe, iniciamos un recuerdo a este 
gran hombre de Dios que no fue comprendido, ni por los suyos ni por la jerarquía.
 
 

Coloquio de un alma pobre:
 
Señor, cuando me siento ciego y sin luz para comprender lo que debo hacer yo o sugerírselo 
a los demás, vienen a mis labios las palabras del ciego del evangelio:«Señor, que vea».
Da luz a mis ojos para que puedan ver siempre la realidad verdadera y no me deje engañar
por la falsa apariencia del mundo.
Cuántas veces me cuesta prestar oídos a tus palabras, cuántas veces permanezco sordo a 
tus llamadas, a tus órdenes, a tu misión.
Repíteme, Señor, también a mí lo que dijiste al sordomudo: Effetá, que quiere decir ábrete,
y mis oídos se abrirán y escucharé aquella tu voz tan profunda y sutil, que no llego a distinguir
en el estruendo del mundo.

Dame, sobre todo, sensibilidad y prontitud para escuchar, para que pueda oírte cuando llamas 
a mi puerta: 
«Mira que estoy a la puerta y llamo».
A veces, Señor, me encuentro interiormente tan pobre, tan sucio, tan lleno de heridas, peor 
que las de la lepra, casi todo «una llaga y una úlcera», extiéndeme tu mano, como hiciste con 
el leproso del evangelio:
«Si quieres, puedes limpiarme».

Te pido que pronuncies la palabra todopoderosa:
«Quiero, queda limpio»;
y mi cuerpo quedará limpio como la carne de Naamán después de haberse lavado en las 
aguas del Jordán.
(Arrupe) 
 
Justo Prieto, SJ 

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