Colirio para un mundo que NO quiere ver
José María Segura, SJ
Recientemente
ha aparecido una noticia que advierte de la desaparición de 10.000
niños/as refugiados en Europa. Hay quien niega que sea cierto. Otros no
queremos que lo sea. No queremos verlo. Demasiado dolor. Demasiada
brutalidad. Demasiada deshumanización. Supongamos pues, que no es
cierto… ¿Negaremos también las fotografías diarias de menores ahogados
en el Mediterráneo? Son vidas que YA NO cuentan. Seguramente recordamos
la imagen del primer niño ahogado, boca abajo, como dormido, bañado por el mar…
pero ya nos hemos cansado. Nuestros ojos están embotados, y quizás las
tripas nos piden saltarnos esas imágenes a golpe de clic en busca de
novedad. ¡Qué pesadez! Otro niño/a ahogado… En esta cultura de la
sobreinformación y la sobreexposición, necesitamos situarnos frente a la
realidad con un corazón que vea. Hemos de cultivar la mística, el
silencio, tiempos densos de ir a lo profundo para después poder mirar y
ver, oír y escuchar, sentir y gustar. Y así caer en la cuenta de que
Dios, que no ha abandonado a su creación, aún tiene una palabra que
decirnos a cada uno/a sobre ella. De otro modo podemos caer en el riesgo
de pasar de puntillas por la realidad o, por el contrario, derrumbarnos
bajo su peso.
Mística de ojos abiertos: ¿De qué mística se trata?
La etimología de la palabra mística proviene del adjetivo griego
“mystikós” y comparte la raíz del verbo “myein” que designa el acto de
cerrar los ojos y la boca, y que da origen a los términos mudo o miope y
a misterio. Remite a lo que no se puede oír y ver o de lo que no se
puede hablar. Aplicada a la teología designa una forma especial de unión
con lo divino.
La mística ignaciana no se restringe a tener “visiones extraordinarias”, sino a la experiencia de Dios que hace ver toda la realidad de modo nuevo.
Este ver la realidad a la luz de Dios, es la mística que J.B. Metz ha
bautizado como una “mística de los ojos abiertos”, la mística de quien
encuentra a Dios y es interpelado/a por Dios en el sufrimiento del mundo
que es críticamente consciente de su parte y responsabilidad con estos
“crucificados” y por tanto se aproxima a su realidad desde abajo y
humildemente. En este mundo globalizado e inundado por imágenes
manipuladas para emitir “sensaciones seductoras” (Buelta) necesitamos
cultivar la experiencia de Dios que educa nuestra mirada, para
contemplar, para “sentir y gustar” a Dios que está presente en la
realidad.
Seguir leyendo en Cristianisme i Justícia
Comentarios
Publicar un comentario
¡Déjanos un comentario! Cuéntanos algo, danos tu opinión, sugerencia, queja o felicitación.