Espiritualidad ignaciana y “obras de misericordia”, por Urbano Valero SJ.

 
 
"Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo
sobre las obrasde misericordia corporales y espirituales.
Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada 
ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón 
del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la 
misericordia divina. Redescubramos las obras de misericordia corporales: 
dar de comer al hambriento,dar de beber al sediento, vestir al desnudo,
 acoger al forastero, asistir los enfermos,visitar a los presos, 
enterrar a los muertos.Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: 
dar consejo al que lo necesita,enseñar al que no sabe, corregir al que yerra,
 consolar al triste, perdonar las ofensas,soportar con paciencia las personas molestas, 
rogar a Dios por los vivos y por los difuntos"
 (Papa Francisco, Bula Misericordiae vultus, 15).
 
 
R espondiendo al deseo del papa Francisco, haremos aquí lo que nos pide, enfocando nuestra reflexión hacia la realción entre las obras de misericordia y la espiritualidad ignaciana. Con dos notas previas, que es preciso explicitar previamente para tenerlas presentes en toda la reflexión.
La práctica de las obras de misericordia, como expresión del amor al prójimo que lleva a socorrerle en sus necesidades, es un deber de todo cristiano y aun de todo ser humano.
No sería, por ello, acertado presentarla como una respuesta propia y exclusiva de la espiritualidad ignaciana al segundo mandamiento, semejante al primero, "amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Pero tampoco se puede negar que, como enseguida expondremos, una intensa práctica de las obras de misericordia con los prójimos, las enumeradas en las listas clásicas como la que da el papa Francisco y otras varias semejantes a ellas, inspiradas y alentadas por la "imaginación de la caridad"...
 
 

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